Tercer día en Viena, hoy tocaba
darse una buena paliza viendo toda una enorme zona de monumentos: Hoffbrun,
Ayuntamiento, museumquartier, la ópera, donde paramos a tomar un café en
“Mozart Café”, nada del otro mundo y carísimo claro está.
Lástima que el ayuntamiento tuviese
una pantalla enorme delante porque iban a retransmitir algo. Claro que estaba
todo lleno de chiringuitos para cenar y tomar copas y cócteles con lo que vimos
clara la opción de cenar por allí más tarde. Mientras tanto seguíamos con
nuestra ruta sin parar, hasta llegar a una iglesia que creo que era lo más
lejano del mapa. De ahí, ya decidimos que era de comer y fuimos a un mercado
que nos habían recomendado “Naschmarkt”, que estaba lleno de puestos de comida
y de souvenirs y luego en la parte final era una especie de rastro. Así que
tras dar un paseo, ver de todo, pararnos en unos cuantos sitios, la elección
fue comer en un puesto de tallarines y
de camino al hotel paramos en la una calle de tiendas cercana para comprarme
algún trapito en Tail Weijl. Descansamos un rato mientras buscábamos hotel para
el siguiente destino y era la noche de las fotos nocturnas así, trípode y
cámara en mano salimos para cenar donde el ayuntamiento, esta gente si que
tiene clase, había mogollón de sitios para cenar y lo mejor de todo… te lo
servían en platos de vajilla y te lo llevabas donde quisieses porque había
cantidad de gente encargada de recoger todo, muy bien montado. Tras darnos 3
vueltas sin saber muy bien que comer (entre otras cosas por el idioma)
terminamos cenando carne de canguro con un espectacular cocktail que llevaba
mango. A partir de ahí, cogimos el metro al Palacio de Sisi para verlo de
noche, y ya no paramos de un lado a otro por todos los monumentos que habíamos
visto durante estos 3 días. Al final ya era tarde y no podíamos ni pestañear,
pero antes de irnos al hotel hicimos una parada final para recenar unas pizzas
callejeras en los puestos que hay entre museumsquartier y el parlamento; el
mayor error… estaban muy buenas pero las porciones eran descomunales por 3€,
hubiera sido mejor compartir. De ahí, metro a casa y a dormir que al día
siguiente nos íbamos a Bratislava.
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