Comenzamos la ruta a Budapest,
otra vez carretera y kilómetros por delante. Habíamos reservado 2 días en un
principio y una vez que llegamos allí decidimos coger un día más e ir más
relajados. Paramos a coger la vignette al pasar la frontera y llegamos en
breve. Nos costó un rato encontrar el hotel pero una vez allí parecía que tenía
buena pinta. Nos alojamos en “Castle
Garden”, sin duda el mejor de todos los que llevamos hasta ahora, y pegado a la
zona del castillo y Bastión de los Pescadores y a 5 minutos cuesta debajo de
una estación de metro, tranvía y autobús que llevan a la parte vieja. Dejamos
el coche en el garaje y nos fuimos a patear la ciudad, como no, y empezamos por
la parte que teníamos más cerca, el bastión de los pescadores, la iglesia, el
castillo… y de ahí bajamos dando un paseo por el puente de las cadenas hasta el
otro lado del Danubio para seguir viendo edificios. Nos topamos con la oficina
de Turismo y de ahí fuimos a comer a Anker Klub, menú superbarato en un sitio
muy chulo y la comida buena y bien presentada, con postre, bebidas y café creo
que fueron unos 8€/persona. De ahí decidimos hacer el check-in y descansar un
rato para después continuar con el paseo. Esta vez cogimos el tren, metro,
tranvía y todo lo que pudimos/aconsejaban para ir hasta la ciudadela donde está
la estatua de la libertad en lo más alto y que sujeta una hoja de parra. Las
vistas desde ahí son estupendas, nos quedamos un rato haciendo fotos y
relajados. De ahí bajamos y nos encontramos con una cascada a la cual estuvimos
haciendo fotos y tras cruzar al otro lado seguimos por la rivera del río y de
ahí a la iglesia de st Stephan. Terminamos cenando en Spiler, en una zona que
marcaban de lugares alternativos. La zona está francamente bien, tiene varios
restaurantes y bares para tomar algo. El sitio que elegimos estaba bien, era
enorme pero le fallaba que eran un poco lentos y lo que pedimos era un poco
escaso, también porque nos dio por pedir las sugerencias: crepe de pollo y
salchicha mangalica papriska. De ahí pasamos a “Divino”, un bar para picar algo
pero sobre todo para tomarte un vino…
tras intentar explicarle a la chica lo que nos gustaba nos dimos cuenta
por los dos vinos tintos que probamos que en Hungría los vinos son jóvenes y de
crianza no parecían tener pero bueno, sabían afrutados y se podían tomar. Con
el ambientazo que había salimos casi a las 12 de la noche y cuando quisimos
llegar a la estación de metro ya se había marchado el último y con los
autobuses nos pasó igual, así que tuvimos que ir andando media hora hasta el
hotel ya que los taxis que encontramos estaban ocupados.
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